Un año en el que aprendí más sobre el mundo exterior, donde salí de esa pequeña burbuja que todos afirman que me acompaña y descubrí nuevas experiencias. Tales experiencias para bien o para mal me han sacado más carácter, me han hecho mas fuerte, todo ello sin perder mi esencia infantil y positiva ante la vida.
Digamos que he mejorado, aunque hay opiniones de todo tipo. Digamos que cumplir 20 años no es como cumplir 19. Que nuestros padres tienen razón, a medida que te haces mayor entiendes mejor las cosas. Que nos hacemos mas realistas pero no por ello menos soñadores. Que por fin comprendemos que “Todo lo que hagas en la vida será insignificante, pero es muy importante que lo hagas porque nadie más lo hará.” como solía decir Robert Pattinson en la película Recuérdame. Porque es así, seguramente no consiga el Premio Novel en Economía, ni bucear en La Gran Barrera de Coral ni mucho menos convertirme en una actriz de éxito en Argentina pero no por ello voy a darme por vencida. No me voy a amoldar al plan de vida que se espera de mí. No voy a seguir el camino que me dibujan “porque así es como se deben de hacer las cosas”. Lo que si voy a hacer son esas pequeñas cosas que me gustan y me ilusionan. Las que me hacen feliz y me llenan aunque sean insignificantes, porque esas cosas son las que marcan la persona que soy. Voy a cumplir con mis deberes siempre sacando tiempo para aquellos pequeños vicios.
Gracias a estas lecciones aprendidas este año al 2014 no le voy a pedir nada más que tiempo. Si, ya no quiero “aprender a bailar hip hop” ni “saber 5 idiomas” como antes solía pedir. Mis deseos este año son mucho más pretenciosos.
Pido tiempo para conocer el mundo a mí alrededor. Se que vivo en el, pero no solo quiero mirarlo, quiero verlo. Necesito colaborar en él. Sentir los “true colors” que tanto cantaba Cindy Lauper. Se de sobra que no voy a conseguir la paz mundial, ni conseguiré que la pobreza se erradique pero no quiero estar más tiempo ciega. Si algo he aprendido en los voluntariados este año es a luchar. Ya fueran deportivos como Madrid 2020 o sociales como Soñar Despierto todas se basan en unir a un grupo de desconocidos por una misma causa. Suena hasta poético. Tantas personas diferentes, con historias opuestas vinculadas por un mismo ideal. Y ya no hablemos de lo aprendido dentro de esas experiencias. He conocido a tantos corazones puros y grandes en personas aparentemente tan pequeñas que he dejado de entender de proporciones matemáticas. Visto lo visto este año no puedo dejar las cosas así. Necesito seguir luchando, no por mí, ni por ellos, sino por todos. Porque me han vuelto a recordar que no tienes que recibir mucho para dar. Que eso que das es lo que te hace feliz. Porque pasaran los años y me olvidare de muchas cosas pero no de esas sonrisas recibidas por dar un poco de mi.
Quiero dedicar horas a conocer libros de esos que te dejan sin habla. Aquellos que lees y relees para volver al mundo que te pintan. Esos que te atrapan tanto que te olvidas si vives en la España de la posguerra, en pleno Imperio romano o incluso en las pequeñas lunas de El principito. Pequeños mundos donde dejas una parte de ti y a cambio rescatas algo de ellos. Que te dejan una reflexión y visión del mundo nueva; como si te acabasen de graduar la vista y lo vieras todo con colores más definidos. Porque el mundo real esta bien, pero habiendo tantos millones en la biblioteca… ¿Por qué conformarse?
Quiero dedicar las tardes a perderme con amigos por las calles de Madrid. Ya esta bien de franquicias; me gusta el mundo globalizado, que no se malinterprete. Me gusta que todos podamos disfrutar de ciertas cosas por igual pero quiero sentir Madrid, no solo vivir en ella. Ver obras de teatro en plena Gran Vía y salir eufórica de cada musical. Aprender de las exposiciones que museos tan únicos como El Prado o el Thyssen podrían darme. Poder encontrar pequeños bares escondidos que solo la gente capaz de perderse es capaz de encontrar. Curioso pero cierto, perder para encontrar. Tal y como decía Albert Espinosa “algunas perdidas son positivas” hay que disfrutar de ellas. Por ello quiero disfrutar de un gin tonic en Dry Martina. Me apetece dejar las grandes avenidas donde se ve lo mismo y meterme por esas callejuelas llenas de encanto. Poder sentarme en un sitio con la total certeza que no me encontrare a nadie. Dedicar cada día a un nuevo rincón favorito. Empaparme de Madrid y de esa belleza que solo los afortunados son capaz de percibir para poder afirmar que es una ciudad única. Porque si el saber es poder, quiero ser poderosa en Madrid.
Finalmente, como no podía ser menos en mi, tiempo para enamorarme. No voy a hablar de números, no se si será de uno o un millón. Ya he asumido que bajo esta gran carcasa soy una romántica empedernida y que disfruto del amor. Que afirmo lo que Barbra Streisand dijo en “El amor tiene dos caras” que nos tragamos el amor aunque no sea como el ideal de película porque “mientras dura te sientes de puta madre” y una sensación así nunca pasaría por alto cuando pido tiempo. Que de todos mis vicios el amor es mi favorito.
Y todo esto que pido no me lo da otra cosa que el tiempo. Curioso que unos cuantos números sean los que determinan tantas cosas. Igual lo que necesito es organizarme mejor. No se. Hace mucho que deje de preocuparme en buscar una respuesta a cada pregunta.
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