domingo, 25 de diciembre de 2016

Creo que he aprendido a esperar

Veo pasar a gente por el metro siendo consciente de que van una docena de personas que no conozco. Otra docena más en lo que llevo sentada en este anden.
Me imagino sus historias, sus aspiraciones, sus metas. Me pregunto si tendrán pareja o si les preocupa tenerla. El que tendremos en común, quien sabe, igual estoy sentada al lado de la persona que podría ser mi mejor amiga o incluso mi famosa media naranja.
El otro día me encontré un amigo en el metro y pensé "vaya que suerte haberle encontrado, eso si que es casualidad." Pero, ¿con cuánta gente me habré cruzado en el metro antes de llegar a conocerles sin darme cuenta? Obviamente no reconocería su cara porque no sabía que existían. En cambio, ahora que si están, los se ver. ¿Y si ahora mismo aquí sentada en el metro esto viendo a mi futuro marido y no me estoy dando cuenta? ¿Y si mientras escribo yo esto el me está mirando a mi y jamás lo sabré?
Entonces, en un mundo de opciones infinitas, ¿como voy a saber elegir a las personas correctas? ¿Estaré ocupando espacio en una persona que no es la adecuada para mí solo porque me niego a darle paso a la perfecta?
Sigo en este tren y las dudas no me dejan ver dónde tengo que bajarme. Se que debo decidirme a mirar. Y aquí hallo la clave. Elegir. Se trata de elegir. Estoy aquí, ya han pasado unas 50 personas que no conozco y que estoy eligiendo no conocer porque creo que ya conozco la adecuada. No sé si es romántico o un suicidio. Pero estoy bien, claro que estoy bien. Al fin y al cabo yo elegí que carrera estudiar, el seguir viviendo aquí, la ropa que llevo. He elegido todo y no me arrepiento, ¿por qué debería arrepentirme de la gente? 
Me hacen muy feliz. Se que me hacen muy feliz porque cada vez que estoy con ellos no siento que me falte nada y cuando les tengo lejos solo pienso en lo mucho que me gustaría poderles ver. Todo se resume en eso, en elegir personas y ser conscientes de que habrá otras que te ofrecerán más cosas, pero que yo, me quedo aquí. Y me quedo aquí porque no busco las personas más graciosas, ni las más listas, siempre habrá alguien "más" de lo que ya conoces. Me quedo porque se que cada persona es única en el mundo y las joyas que he ido acumulando durante los años son los "únicos" que han formado el maravilloso año que he hecho este 2016. 
Aquellos que me han dado risas. Que me han hecho reflexionar, superarme. Los que me han apoyado en los momentos más difíciles - que si, no han sido pocos - y los que me han apoyado con amor en los mejores - estos tampoco han sido pocos -. Los que me han aguantado en mis cambios de humor, de opinión, de ganas. Esos que a día de hoy me siguen demostrando que me quieren, porque en eso se resume, en personas que te quieren y te lo demuestran. Y tú a cambio también, eso está claro. Entonces, si, creo que voy a seguir escribiendo en el móvil sin preocuparme en todas las personas que me estoy perdiendo ahora mismo, cuando tengan que aparecer, aparecerán, lo sé. 
Y si, ha sonado la alarma que avisa que estoy en mi estación, mejor me bajo ya antes de que el tren se pase sin mi. Al fin y al cabo he sido yo la que he elegido subirme a este tren que me lleva al 2017. 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Una mente ocupada no extraña a nadie

He nacido bajo el manto cultural que soporta un modelo de vida tradicional. Con esto me refiero a que se me inculcó desde muy pequeña que debía encontrar a aquel principe que le diera sentido a la mitad de mi vida. Aquel que soportará mis malos momentos y estuviera en todas las decisiones importantes, porque sola no tendría sentido, carecería de relevancia.
Y de verdad que siempre he creido en ello. He abierto el corazón y el alma a chicos que me hacían gracia buscando una conexión real para conseguir ese gran objetivo que se me marcó.
Cada vez que he fallado lo he considerado un fracaso mío, como suspender una asignatura de la universidad. Me he planteado cuales han sido mis errores, cuáles son los factores que consiguen que nadie diga "aquí me quedo para siempre" y he vivido torturándome para poder cambiar la persona que soy.
Pero ya no. Ya no puedo. Yo soy esta. Soy la chica que no sabe expresar lo que siente. Esa que está llena de amor pero no sabe sacarlo. La que le encanta el drama y cualquier cosa pequeña le fastidia el día entero. La que le da mil vueltas a todo pero intenta hacer que pasa porque tiene el cartel de "esto no me importa" pegado al corazón. Aquella que sufre en silencio pero sonríe en persona. La que exige a todos que crean en el amor mientras pierde cada vez más la esperanza en que haya alguien ahí fuera a su medida. La que se ha dado cuenta de que no necesita a nadie y eso hace más difícil que aguante a nadie. La que es consciente de que el físico no importa tanto al final del día, de que su pareja debe ser madura y quererse a sí misma porque es la única forma que puedan a querer a otra persona de la forma correcta. De que aún así sepa divertirse y ser un niño cuando la situación lo requiera, de que sepa apoyarte y puedas confiar en el y de que por supuesto, tenga algo cultural e intelectual que aportarte cada día. Pero que aún así, con todos los objetivos marcados y las personas correctas encontradas, no sabe lanzarse. 
No sé si mis acciones son las correctas. Probablemente no, pero no voy a preocuparme más en intentar dar una parte de mi que no existe por una persona que no es capaz de querer lo que tiene delante. Creo que el amor existe, si, pero no creo que sea lo que he estado buscando hasta ahora. No quiero algo que me consuma, algo difícil. Quiero algo que sea natural, que este día a día y sin darme cuenta siga ahí, tras 80 años, por elección propia, sin cadenas.
Se que le pido mucho al amor, siempre le pido mucho a la vida, pero es que yo no puedo seguirme conformando con hacerme daño. No puedo seguir pensando que soy "la chica que lo hace todo difícil" y creer que mis acciones llevan inevitablemente al desastre. Quiero alguien que ame mi desastre y lo viva como lo más natural y bello del mundo. 
Y con esto no quiero decir que no haya querido nunca. He querido mucho, he querido hasta casi rozar la locura. Pero siempre lo he sabido, no es lo mismo querer mucho que querer bien. Quiero querer bien, quiero alguien que me quiera bien. Y eso, cuando llegue, si es que llega, estará destinado a suceder. 
Mientras, voy a seguir recordándome lo que valgo, lo que soy, y lo muchísimo que ya soy por mi misma.