sábado, 14 de enero de 2017

'Mi pequeña gran valiente'

"Hoy me voy sin equipaje, me he perdido tantas veces en el viaje." 
No me gusta pensar que somos más que meras casualidades del destino que se encuentran para hacerse un rato feliz. Me viene grande la palabra "para siempre" y hace mucho que no me planteo usarla. Hacer planes con dos meses de antelación me parece la mayor declaración de amor y escribir sobre alguien la forma más arriesgada de decir 'te quiero'.
Quizás será porque siempre he sido una suicida, siempre he sido una amante de las causas perdidas. De aquellas que iba al desierto sin una botella de agua, de las que desayunaba vodka porque estar borracha era la única forma de encontrarle lógica a lo que hacía. 
Y es que he aprendido a darme cuenta de que debo tener cuidado con las expectativas. De que nadie es tan maravilloso como cuando empiezas a conocerle, que nadie ha venido integro a tu vida. Que tú estás llena de los rotos de anteriores experiencias y la persona con la que estás, también.
Y joder, que egoístas somos. Que mal llevamos que no seamos lo único que tenga en mente. Que mal se nos da superar que en un mundo donde las opciones son infinitas es normal que te guste más de una cosa. Que duro se nos hace tener la amenaza tan cerca sin darnos cuenta de que 'oye, está aquí, eso debe significar algo.' Y como nos gusta hacernos nuestras paranoias de como nuestra compañía es una necesidad circunstancial y no un deseo de corazón sincero. 
Lo primero que aprendí al empezar economía es que los seres humanos nacemos con la capacidad de la insatisfacción. Siempre queremos más y cuando por fin llegamos al tope que deseamos buscamos algo nuevo. No nos saciamos con lo que podríamos ser felices porque es más interesante pensar en que vendrá después. ¿Que sentido tendría la vida si ya tuviéramos todo lo que necesitamos? La insatisfacción nos pone metas pero también nos da frustración.
Y a eso me remito. Frustración. Eso es lo que sentimos cada vez que nos damos cuenta de que estamos felices. Vivimos con una percepción escéptica que nos impide creer que realmente todo vaya bien. 'En breves esto se va a arruinar' o 'en verdad no confío en que sea totalmente sincero' son solo algunas de las excusas que nos marcamos para creer que estropear el momento es sinónimo de poner los pies en la tierra. 
Y esta es la historia de una servidora, que siempre se convence que no puede cambiar. La crónica de una chica que sueña con las nubes pero vive bajo tierra. De las que prefiere arruinarlo a que la arruinen.
'Acción reacción' y si no hay 'acción' pues un poco de 'reacción' por si acaso. El moderno "ojo por ojo y el mundo acabará tuerto". 
No sé muy bien la finalidad de este escrito, últimamente me baso menos en pensar y más en dejarme llevar pero mi inefable necesidad de escribir a veces hace que desarrolle la capacidad de reflexión. Aunque claro, ya nunca me planteo una solución, ya nunca erradico el problema de raíz y creo que eso es lo mejor.
Dicen que la mejor solución es no pensar y dejarse llevar, dicen que eso siempre lleva a las mejores cosas y yo este año, por primera vez, voy a relajarme y voy a dejar a la montaña rusa de mi vida avanzar por si sola. Voy a confiar sin ponerme el cinturón de seguridad y a creer en el 'quien no arriesga no gana' porque de verdad, que ganas tengo de ganar por una vez. 

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