jueves, 4 de agosto de 2016

The best is yet yo come

Me he dado cuenta de que no se vivir un amor tranquilo. No se disfrutar del tonteo, de las montañas rusas, de las peleas insignificantes y el gran final feliz. Ahora que veo a mis amigas formalizar relaciones, algunas incluso casarse, ahora es cuando me doy cuenta del porqué nunca viví un final feliz.
Siempre he vivido todo con mucha intensidad. Nunca he sabido llevar una relación en paz, nací para autosabotearme, para culpar al destino de mis desencuentros y esperar a que por fin algo bueno me pasará sabiendo que no es más que culpa mía.
Desde hace años, empecé las relaciones de la forma menos correcta posible. Me enamoré perdidamente de una relación a distancia, donde apenas con 17 años me veía dispuesta a renunciar a todo, incluso a mí misma, con tal de estar con la otra persona. Me daba igual lo tóxica que fuera, lo sola que me fuera a dejar, lo aislada que me encontrará de cualquier otro ámbito de mi vida, el amor creía que me alimentaba. Lo cierto es que me comía.
Sufrí mucho, me cohibí mucho, pensaba que como decían "el amor tiene que ser como el de antes, el que aguanta todo." Y perdone cosas imperdonables, me hice a mí misma creer que solo los que verdaderamente aman perdonan. Como dicen "me fallé a mí misma por no fallarle a él."
Tarde años en olvidar y cicatrizar esas heridas. En el camino hice mucho daño, jugué a quedarme en sitios donde sabría que no me quedaría. Repetí las palabras que una vez fueron verdad a otra gente solo para hacerla feliz sabiendo que no eran ya reales. Regale muchos besos e incluso alguna promesa en falso.
Finalmente, como en cualquier historia que se precie, pasé página. Conseguí la chispa en mi vida otra vez. Ya me veía, a mí, mi vestido blanco, los hijos, la felicidad. Lo visualice tanto que me volví a perder. Fue intenso, inesperado, complicado. Creo que esa dificultad hacía que me atrayera tanto y finalmente acabé cayendo. 
Hubo momentos maravillosos. Incluso recuerdo algunos de película. Pero la cosa se fue complicando, o más bien, ya empezó complicada. Hasta que también llegó a su fin. 
Estuve meses preguntándome que pude hacer mal, porque cuando me fui no me quiso detener. Pensé que era culpable de algo pero no sabia recordar el qué. Después, tras mucho deje de culparme. No tenía la culpa, ni él ni yo. Las personas se desilusionan, se desenamoran, cambian. No fue cosa de nadie, sino de la vida. Me pase meses pensando que podría arreglarlo pero lo cierto es que lo nuestro estaba muerto desde mucho antes.
Pensé que podría reavivar el amor, que de verdad existía la resucitacion, el fuego que volviera a encenderse después de las cenizas, pero me di cuenta que las cenizas son eso, solo cenizas. Que había cariño, mucho cariño, y amor, pero no el de película.
Que fue duro, pero fue una decisión sabia, hacia mucho que te lloraba pidiéndote cambio, y eso, eso nunca debería pedirse. 
Y ahora me encuentro, otra vez en la casilla de salida. Otra vez repuesta y dispuesta a intentar algo. Pero no algo como lo vivido.
Quien llegue entrar en mi sabra todo mi historial pero sabra también que lo nuestro será distinto. Porque si. Porque ya me he cansado del drama, de las complicaciones. Los gritos, las peleas, los juegos, ya no me van. Quien aparezca será el único desde el primer momento, aquel a quien le contaré mis cosas cuando me surjan, aquel que sepa que se comunicarme, se escuchar y se estar. Y cuando digo estar me refiero a todo, no sólo a quedarme al lado. Hablo de jugarme al amor, como anteriormente pude hacerlo, pero mejor, con más amor y menos barreras. Hablo de lanzarme, de declararme antes si hace falta. He vivido demasiadas historias para saber que cada pequeño gesto puede cambiar el desenlace. Conseguiré mostrarme tal y como soy, sabiendo que hay muchas capas pero que con él no las necesito. Y lo haré porque sé que él será igual, será transparente, sin niveles de complicidad. Una vez me dijeron que el amor no te tiene que hacer sentir nervioso, te debe dar paz nada más verlo, y eso es justo lo que busco. 

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